A finales del siglo XIX se empezó a hacer famosa una especie de plátano denominada Gros Michel, que poco a poco fue expendiéndose y replicándose de forma exacta, es decir, mediante clones, por todo el mundo. En los años 1920 una plaga amenazó los cultivos de esta variedad, acabando finalmente con ella para mediados del siglo XX. El problema de cultivar una única variedad de planta en todo el mundo es que una simple plaga es capaz de extinguir una variedad si no se soluciona a tiempo, y eso es lo que ocurrió en este caso. El mundo se quedó sin Gros Michel, una variedad más grande y dulce que la actual variedad de plátano que conocemos. En realidad sigue cultivándose en algunos sitios, pero no es viable comercialmente.
¿Y qué pasa con el plátano de Canarias? Pues efectivamente pertenece a la variedad Cavendish, y es un clon exacto de las cultivadas a lo largo de todo el mundo. Que sea mejor por un buen cuidado, tratamiento y recolección en el punto óptimo es otra cuestión, pero la variedad de plátano es exáctamente la misma que otras.
Existen muchos laboratorios trabajando en este posible problema al que nos tendremos que enfrentar, pero es una nueva muestra de los problemas de la globalización. Adaptar a la fuerza especies no autóctonas no suele ser buena idea, y mucho menos cuando lo hacemos de manera global, de modo que quedan indefensos ante una plaga. Si tenemos varias especies de plátanos o de cualquier fruta o planta, cada una autóctona, sólo perderemos una o un grupo de ellas, pero del modo en el que tenemos planteado actualmente el sistema es jugárselo todo a una carta, y es realmente peligroso.
Fuente: Omicrono
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